jueves, 23 de agosto de 2012

Día 3: La inspiración

Hoy ando sin inspiración.

Punto. Así. Lisa y llanamente.

Como los pelos que se le caen a Andrés por su alopecia.

Y es que ya no hay nada que me inspire a escribir. El vate necesita de su musa inspiradora.

Y esa musa no necesariamente es una mujer, puede ser un paisaje, un momento, un recuerdo, una mancha en la pared, una nube con forma de unicornio, una sonrisa, un joven caliente punteándose a una escolar en la micro, un borracho vomitando, una palabra, un gesto, una mentira o una verdad.

Escribo esto y declaro mi depresión. Es difícil hacerlo público, y me costó algo de tiempo reconocerlo. Lo sé, siempre hay alguien peor que uno, pero a veces es difícil mirar al lado y ver la desdicha del otro. A veces, la oscuridad simplemente te enceguece...

Escribo esto y declaro que mi vida es miserable. Fuera del ámbito jocoso, tomen esto como una sentencia definitiva. Nunca se sabe, quizás mañana ya no esté para promulgar estos pensamientos...

Y es que déjenme explicar el porqué de mi desgracia.

Todo parte hace algunos días, cuando tuve que ir a Santiago a hacer trámites. No me gusta Santiago, es estresante, nadie te sonríe y nadie te respeta. Iba con mi primo y su señora. El día partió mal: Yo quería ir al Alto Las Condes y me llevaron al Parque Arauco, ¡Horror!




Comencé a notar que el día iba mal cuando almorzamos. Fuimos a un local llamado "Friday's".




Pedí una ensalada césar y un agua mineral. ¡Horror! Sólo había comida gringa, alitas de pollo, costillas de cerdo empapadas en salsa barbecue, y bebida no light, que, para peor, era ilimitada. Insistí en la ensalada, pero no hubo caso. Tuve que comer obligado, ya que, para colmo, mi primo pagó la cuenta. ¡Horror!, siendo invitado a una comida tan alta en calorías, tan tóxica, y yo estando obligado a comer y a decir que estaba rica...

En la noche, con hambre ya por la hora, decidimos pasar a una pequeña merienda. No acostumbro a comer de noche, pero le dije "¿Sabes qué, primito? Me comería una galleta de avena". ¡Horror! Malinterpretó todo lo que dije...



Pensé "bueno, al menos tiene tomate". Fue mi consuelo.

Tan deprimido estaba que decidí juntarme con mis amigos para contarle mis problemas. Sabía que ellos me comprenderían, así que llevé mis pañuelitos Elite suavecitos para limpiarme las lágrimas que derramaría al exponer mi tristeza, llevé papel en blanco y lápiz para que me escribieran cartas de apoyo, llevé canciones de Sin Bandera para que todos llorásemos... Pero me encontré con esto:



¡¡Y es que ya estoy cansado del alcohol, de la comida, de la juerga, de pasarla bien en una vida sin sentido, de reírse como si fuera lo único importante, de no estudiar, de no ir a turno, de levantarme a las 3 de la tarde, de hacer las cosas que me gustan, ya no quiero más!!

Mi último consuelo, sería una caminata, un pensar a solas conmigo mismo con Valparaíso como escenario...



Valparaíso, mar calmo y bipolar, cerros acuclillados, misteriosos, gente linda y sonriente, calles mágicas e hipnotizantes, cielos blancos y celestes, puerto enamoradizo y resurrecto, ascensores viejos y testigos, sabios como el vagabundo de la plaza, historiador como el poeta del trolley... Ni un brillo...

Fui a la Piedra Feliz, dispuesto a suicidarme. No aguantaba más. En eso una señora me gritó:

- "Caballero, caballero!!! Mi hijo está con una diarrea fulminante, usted sabe qué puedo hacer?"
- "Llévelo donde el Dr. Dencil" - le dije. Escuché que a él también le había venido una diarrea fulminante mientras estudiaba medicina, y que decidió viajar por el mundo, mientras comía pasto y descubría el poder de los aminoácidos.
- "Ya lo llevé y no se sana. Al hijo de mi vecina le pasó lo mismo, y escuché que lo atendió un Dr. Pañal que lo sanó"
- "Painel" - repliqué -. "Interno Painel..."
- "Muchas gracias" - me dijo - "espero que él le pueda salvar la vida a mi bebé... voy corriendo al hospital"

Eso es inspiración. Quitarse la vida es un absurdo.

Eso es inspiración. Un niño, un bebé, una mamá acongojada, un interno que realiza su deber, que come ligero y que se dedica cien, qué cien, mil por ciento a aliviar el dolor humano.

Al día siguiente, la señora me trajo de recuerdo el pañal de su bebé. Me agradeció porque fue al hospital y encontró al Interno Painel, quién aplicó técnicas de reanimación cardiopulmonar avanzada e infusiones EV de perenteryl. La señora me agradeció, pero el mérito no era mío.

- "No me dé las gracias a mí, señora... déselas a Dios, y al Interno Painel"

Los dos quedamos mirando al horizonte, mientras pasaban los créditos de esta maravillosa historia.



Y es que cada uno debiera tener un Interno Painel en su vida. Para la madre acongojada fue Andrés, para un cesante puede ser una oportunidad laboral, para un quiebre matrimonial puede ser una nueva oportunidad, para un anciano en un hogar puede ser la visita de sus nietos, para un sacerdote puede ser un niño, para un alcohólico en rehabilitación puede ser su piscolita piola...

Para mí, un simple blog...

¿Cómo estuvo el turno, Andrés ql?

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